Hay marcas de piel donde antes no habían
Hay ropa que ya no cierra como antes cerraba
Hay pliegues que antes no estaban
Y me doy cuenta…
Me doy cuenta del cambio y es incómodo.
Tan incómodo como los pensamientos y creencias que vienen en forma de avalancha tras esos cambios.
Me da una sensación extraña, como de frustración. No por el hecho del cambio en sí, sino por la importancia que le hemos dado. Admito mis privilegios de vivir en un cuerpo delgado, puedo imaginarme lo que es la discriminación por peso pero nunca la he vivido en carne propia.
También observo mi crítica interna y la idea de que tengo que volver a mi cuerpo de antes “sea como sea”. Y aquí existe una crítica doble, primero por el hecho de que mi cuerpo ha cambiado pero también la culpa que nace tras sentir precisamente eso.
¿Cómo se me ocurre preocuparme por mi apariencia y tamaño corporal? ¿Por qué tengo esos sentimientos y pensamientos si hablo de aceptación corporal? ¿Cómo no soy capaz de aplicar lo que predico? ¿Qué clase de “impostora” soy?
Y aquí les contesto a mis pensamientos intrusivos; soy humana.
No soy perfecta, ni corporal ni personalmente. Pero aquí más que tirarme para abajo y entrar en ese círculo vicioso de sentir culpa por sentir culpa, observo mis pensamientos, me doy cuenta de lo que está pasando y elijo el camino de la compasión.
Además, mis estudios no son en vano. Sé que no existe una forma de poder manejar mi cuerpo a la manera que yo creo “perfecta” y que sea sostenible a largo plazo. Y si existiera ¿Cuál sería el precio a pagar? ¿Cuánta energía valiosa terminaría entregando a querer modificar mi cuerpo? ¿Qué tanto me entregaría o realmente me quitaría una supuesta “dieta milagrosa”?
Por eso mismo, no entraré en lucha con mi cuerpo. Puedo trabajar en mi y cómo me siento conmigo pero de una manera distinta. En vez de mirarme y criticarme frente al espejo, doy gracias por todo lo que este me ha podido entregar y comprendo que mi valor no está en “que tan intacta puedo verme”. Lo cual, no quita la posibilidad de observar la experiencia completa y saber que quizás sí hay cosas, que deje un poco de lado en este tiempo, que puedo volver a hacer para cuidarme . “La alimentación y actividad física no siempre son prioridad n1 en nuestra vida y esta bien”. Es entonces, aquí donde viene el gran desafío; entender que en este proceso de retomar hábitos saludables mi cuerpo puede volver a lo que fue pero quizás no, y en ambos casos está bien.
Nuestra vida cambia, nuestro cuerpo cambia y probablemente siga cambiando…
Y aquí no soy quien para decirte que no puedes tener el deseo de modificarlo, es válido. Pero observemos el panorama completo. Valoremonos más allá de lo físico, tratémonos con compasión y desde ahí tomemos la decisiones correspondientes.
Paso a paso sigo aprendiendo, no tengo la verdad absoluta pero si es lo que me hace sentido hoy.
Muchas gracias por leer, muchas gracias por estar aquí.
Cuentame tu experiencia ¿Has tenido cambios en tu cuerpo? ¿Qué te dices cuando esto ocurre?
Te leo <3
Nta Valeria Rueda (@vivetunutrición)
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Uy… tengo 42 años, quisiera contarte que desde bb fui criada con lo que antiguamente los abuelos decían: si está gordita es sanita 🤦🏻♀️, fue el primer error de mi madre, además la genética de la familia que vengo es de gente ancha, y con enfermedades. Siempre fui la más alta de mi curso pero también la más pesada, sufría cada vez que en el colegio tomaban peso y talla. Mis padres trabajaban, por lo que ninguno tuvo el tiempo para enseñarme a comer, mi relación con la comida era muy mala, cuando estaban ellos en casa era un martirio sentarme a almorzar a golpes en la cabeza me metían a la fuerza la comida…. Cuando no estaban Simplemente no comía, se la daba a los perros si no me gustaba, además con la falta de padres en casa o un adulto responsable sufrí muchos abusos por parte de familiares, vecinos y en el colegio, ahí comencé a consolarme con dulces ( siempre tenía dinero para comprar). Mi complexión seguía siendo bastante ancha. Llegando a los 14, luego de hacer dieta y escuchar recurrentemente los reclamos de mi madre, pude llegar a los 64 kilos y con 1,72, me veía bien, ahora lo sé al ver fotos, en aquel momento no lo apreciaba, pude mantenerme así pero nunca me sentí conforme. Con mi primer embarazo volví a 68 kilos, las formas de mi cuerpo cambiaron, con mi segundo embarazo presenté diabetes gestacional pero a los 2 años de mi hija hice un tratamiento para volver a lo más cercano a mi peso, así me mantuve entre 68-72 hasta hace 2 años, cuando comencé con fuertes dolores de cadera y espalda baja, ( cómo estaba diagnosticada de fibromialgia desde mis 33 años), los doctores no me tomaron muy enserio, me subieron las dosis de medicamentos…. Me los cambiaban a menudo pasé así 6 meses, hasta que me enviaron a tomar exámenes, a esa fecha ya había subido con un tipo de medicamento 8 kilos, mis molestias seguían llegué a usar parches de morfina y los dolores no se iban. Resulta que tengo un problema grande en la columna lumbar (hay que poner tornillos y placas) y tenía pinzamiento bilateral de caderas…. Este año recién entre a pabellón Rizotomia, y luego cadera derecha e izquierda, a la fecha aún estoy en rehabilitación y deben controlar la columna para ver si me operarán ahora o podemos esperar un tiempo para poner los tornillos. Lo malo de todo estos cambios es que el cuerpo cambió, mis piernas no están gruesas como eran, mi abdomen es abultado y sin cintura, me miro poco al espejo, no me gusta lo que veo, tampoco salgo, solo lo estrictamente necesario… me tiene todo esto mal y los doctores me exigen que baje de peso por mi columna, hago dieta y mi organismo está bloqueado ahí fijo, la balanza cuesta mucho que se mueva… los dolores en la espalda comenzaron nuevamente me sigo esforzando a pesar de ello… en las noches duermo muy poco y mal. Mi vida está toda revuelta…. Lo peor de todo y que me da mas pena, es que en el closet tengo ropa hermosa de 2 tallas menos que no me queda… y sueño en volver a usarla.
Muchas Gracias por tus publicaciones, son un gran aliento en mi vida.